Para producir cualquier cambio en nuestro entorno que mejore nuestras condiciones de vida, es fundamental iniciar un proceso de sensibilización en igualdad de género. Iniciar este camino conlleva un proceso de cambio de perspectiva.
Debemos ser conscientes de la existencia de estereotipos, creencias y valores que asignan diferentes papeles, actitudes y comportamientos a mujeres y hombres, y que estos, conllevan consecuencias que afectan al proyecto vital individual y colectivo de las personas, así como a la conformación de nuestra sociedad. Por ello, transformar estos estereotipos, estas creencias y valores, resulta esencial para generar cambios justos y duraderos.
Es cierto que han ocurrido numerosos cambios en las últimas décadas en nuestro país que han venido de la mano de la participación e incorporación de las mujeres al mercado laboral, pero esta incorporación no ha ido acompañada de cambios ni en la estructura social, ni en la organización de la vida dentro del espacio doméstico y el privado, ni en la visión que se tiene todavía del desempeño de las mujeres en el ámbito productivo.
¿Cuál es el resultado? Mujeres que renuncian a trabajar fuera del hogar para cuidar de otras personas (hijos/as, dependientes, …), mujeres con medias jornadas laborales y por lo tanto con menor cotización e ingresos y oportunidades de promoción, y mujeres que siguen desarrollando las tareas domésticas y de cuidado, realizando doble o triple jornada laboral.
Si queremos poner en marcha iniciativas dirigidas a fomentar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, debemos tomar consciencia de la existencia de estos estereotipos, valores y creencias y de la importancia de transformarlos para generar cambios duraderos.
Es por ello que, el primer paso imprescindible para ser Agente de Igualdad, supone no solo aprender conceptos relacionados con la igualdad de oportunidades, sino también iniciar un proceso de interiorización de la perspectiva de género.
La Socialización diferencial
La socialización diferencial es un factor clave en el fomento de las desigualdades de género. Por eso resulta vital saber qué es y cómo nos perjudica como personas esta forma de socializar.
Atendiendo a autorías como Giddens, las personas interiorizan actitudes, valores, expectativas y comportamientos característicos de la sociedad en la que han crecido. Gracias a este proceso las personas aprenden a desenvolverse. Al seguir las pautas socialmente aceptadas, una persona se verá recompensada o castigada según su comportamiento. Esta realidad está totalmente interiorizada.
La socialización diferencial implica estilos cognitivos, conductuales y de actitud, así como códigos morales diferentes según el género del individuo. Un proceso que conduce a la creación de normas estereotipadas asignadas a la conducta de cada persona en referencia a su género.
Para hablar de socialización diferencial debemos hablar del Sistema Sexo-Género. Tal como hemos visto en el módulo introductorio, sexo y género no son lo mismo. De todas formas, es necesario recordar qué entendemos por sexo y por género ya que existe confusión terminológica respecto a ambos:
Cuando hablamos de sexo nos referimos a los elementos que constituyen las diferencias entre machos o hembras. En las personas se refiere a las diferencias biológicas, es decir, anatómicas y fisiológicas, entre mujeres y hombres, que hacen posible la reproducción
Sin embargo, cuando hablamos de género, nos referimos a la construcción cultural que hace una sociedad a partir de las diferencias biológicas.
A partir de la teoría del género, se puede entender cómo en las sociedades patriarcales, con el fin de mantener la hegemonía de los hombres en los órganos de poder, y así preservar las situaciones de dependencia de las mujeres respecto de los hombres, se atribuye a hombres y mujeres papeles distintos, en función de su sexo.
Pero lo “femenino” y lo “masculino” no son hechos naturales o biológicos, sino construcciones culturales (el género). Hablamos de funciones, de tareas a realizar, de responsabilidades que asumir y todo ello llega incluso a determinar que mujeres y hombres no tengan las mismas oportunidades de ejercer los derechos que les corresponden.
Los estereotipos son imágenes preconcebidas que tenemos de las personas y de los grupos guiadas por una característica común, sin tener en cuenta la individualidad.
El estereotipo consiste en una opinión ya hecha y que se impone como un cliché a las y los miembros de una comunidad.
Los estereotipos se basan en juicios de valor.
Los estereotipos de género son los valores que se les enseña a cada cual como propios de “lo masculino” o “lo femenino”.
Los estereotipos de género son bipolares, se atribuyen cualidades o debilidades a cada grupo/género, que corresponde a cada polo, y que excluye al otro, y a la vez se complementan.
Los estereotipos de género no son inocentes. Estereotipar a uno y otro sexo tiene profundas repercusiones en la vida de las personas, porque sobre el imaginario colectivo acerca de lo que es ser mujer o ser hombre, se forjan las personalidades y se atribuyen unos roles diferenciados por sexo.
Por lo tanto, el conjunto de cualidades y características psicológicas y físicas que una sociedad asigna a hombres y a mujeres, constituye lo que se denominan estereotipos de género.
Día Internacional de la Mujer
Fuente: Prevención Integral & ORP